Ahora son amorosas abuelitas o dulces y entrañables mujeres maduras de taytantos años, pero las chicas de mi pueblo también tuvieron una lúcida primavera. Desde los 15 años, muchas veces lo he pensado y hoy, echando una mirada a las imágenes de mi memoria, he vuelto a caer en la cuenta de que en mi pueblo había unas chicas guapas, elegantes y con mucho estilo. No se si lo dará el aire, la sierra, el castillo, o simplemente fue fruto de esas raíces moriscas con que cuenta la historia de mi pueblo, pero lo cierto es que había chicas dignas de ser modelo del mejor de los pintores.
Yo que cuando todavía era muy joven ya me fijaba en las chicas, no solo en las de mi edad, también en las que me llevaban unos años (cosa que nos pasa a todos, y quién diga lo contrario se engaña el solo) observaba su belleza, su cuerpo y su salero al andar. Iban tan airosas al andar con sus tacones, y eso que la mayoría de las calles eran de tierra y había bastantes piedras, llevaban un aire de seguridad, bamboleando las faldas de capa, de pliegues, o de candiles que se llevaban según la moda, o marcando la silueta con las faldas estrechas o de tubo, que no podía uno por menos que mirar, aunque fuera con disimulo, pero lo cierto es que se te iban los ojos sin poder remediarlo.
No quisiera que nadie pudiera pensar que escribo estas letras con ánimo machista, sino todo lo contrario, se trata solamente de contar un hecho, y es que en mi pueblo había unas chicas verdaderamente atractivas, y que al hacer mención no puedo destacar ni una, ni dos, ni tres, porque lo eran todas. Un saludo.
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